¿A que nunca habéis pensado en los peligros que entrañan las cenas de navidad?
Y no me refiero sólo a: ¡No voy a caber en el modelito tan mono que me he comprado para la fiesta de fin de año! No, no, hablo de otros con peores y más duraderas consecuencias.
Porque, seamos sinceros, el alcohol no siempre es un buen aliado. Nos hace ser más simpáticos, más graciosos, se nos quita la timidez, nos volvemos más lanzados…pero… también puede crear algunos problemillas. Algunos consejos:
- Los modelitos de ellas son un buen tema para empezar, seamos simplemente correctas, que no estamos en carnaval.
- Cuidado con los temas de conversación, no levantemos susceptibilidades con el fútbol o la crisis.
- En la mesa no se canta.
- Precaución con los brindis y las parrafadas que alguna gente acostumbra a soltar, a veces nos metemos en jardines de los que después no sabemos salir.
- Por muy cercano y receptivo que parezca el jefe, en tamaño espíritu navideño acercándose a sus subordinados, no nos confundamos, no se deben contar chistes en los que él quede mal.
- No es buena idea bailar sobre mesas o incluso, la barra, no sólo por el riesgo de caerse, (que ya sería motivo de rubor para el resto del próximo año) sino porque seguro que la imagen se perpetuará a través de las mil redes sociales que todos conocemos y, puede que hasta en el tablón de anuncios de la empresa para que sea lo primero que veamos cuando lleguemos el lunes.
- La frente no es un buen lugar para llevar la corbata, sea la hora que sea. Por no hablar de prendas mucho más íntimas.
Bueno, con estos sencillos pasos podemos tener una comida o cena agradable que luego merezca la pena recordar. Los desfases los dejamos para cuando estemos con nuestros amigos.
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